viernes, 22 de diciembre de 2017



“Cazadores de lecturas” es el nombre que l*s participantes del taller de “Promoción a la lectura” nos pusimos a comienzo de este año. L*s cazadores somos un grupo de adult*s muy curios*s, con muchas ganas de crear y compartir. Nos reunimos todos los lunes a la mañana con el simple pero potente objetivo de leer, textos de otr*s y nuestr*s. A lo largo del año, por turnos, cada participante fue proponiendo un autor o autora para leer y la profesora traía para la siguiente clase algún texto del/a mism* para compartir. Hablábamos sobre su biografía, leíamos el texto en voz alta, lo comentábamos, le hacíamos preguntas, lo vinculábamos con nuestras experiencias y con otras lecturas. Luego, la profesora daba una consigna de escritura para la casa a partir de lo leído, y al lunes siguiente compartíamos las producciones personales con toda la clase. Es así que en este taller hemos desarrollado nuestras potencialidades como lectores, como escritores y también como escuchas. Nos escuchamos mucho entre nosotr*s, valoramos lo que cada quien tenía para compartirnos y nos estimulamos entre todos para permitir que cada un* pueda abrir su corazón y mostrar ese/a lector/a-escritor/a que lleva dentro.
Al final de año nos encontramos con mucho material leído y escrito, fue por eso que, por iniciativa de l*s participantes del taller, decidimos hacer un blog. Hoy se lo compartimos con mucho entusiasmo y alegría, ¡esperamos que lo disfruten tanto como nosotr*s!





































domingo, 26 de noviembre de 2017




Yo voy a hablar del vestido de terciopelo, pero el mío es verde. En mis años de juventud, he estudiado corte y confección, he diseñado un montón de vestidos hermosos, pero el que recuerdo es el vestido de terciopelo verde que le hice a mi hija para el bautismo de mi nieta.
Al cabo de 11 años, mi segunda nieta cumplió 8 años, le diseñe otro vestido hermoso con la misma tela que le había hecho a mi hija. Usé ese mismo vestido y lo modifiqué agregándole algunos detalles. Y me salió otro vestido de mangas largas con una pechera gris. Estaba hermoso. Mi nieta se veía tan hermosa con su nuevo vestido que lo usó en su cumpleaños. Yo pensaba que se veía tan bonita como una nena de familia adinerada. ¿Se preguntarán por qué pienso así? Todas aquellas clientas que he tenido siempre me solicitaban vestidos de color rojo, azules, amarillos, etc. Y todos esos vestidos eran de terciopelo. No hace falta ser de una clase social alta para usarlo, sino que cualquiera puede usarlo.
Hoy han pasado treinta y ocho años desde que diseñé mi primer vestido de terciopelo verde y puedo jurar que la tela suave y brillante sigue intacta como la primera vez que la compré.
Hoy en día mi nieta lo tiene guardado para su hija, o sea mi bisnieta y así sucesivamente, hasta que un día sea solo un simple recuerdo.
Esta es mi historia del vestido de terciopelo verde.


Jacinta Choque





miércoles, 22 de noviembre de 2017




EL SILLÓN NEGRO
Lo trajeron a casa una tarde sin consultármelo siquiera. Mi marido lo había comprado en un Hipermercado aconsejado por uno de sus alumnos quien conocía muy bien su deseo de poseer ese sillón tan especial que se reclinaba cuando uno lo solicitaba.
Era un armatoste negro y pesado, tan pesado para entrarlo al living que lo tuvieron que alzar cuidadosamente entre tres personas (el fletero y mis dos hijos mellizos).
Por supuesto él estaba allí para recibirlo e indicar dónde se instalaría. Yo observaba como atónita esta invasión ridículamente negra que contaminaba mis decorados cuidadosamente pasteles.
Esta novedosa adquisición  fue colocada frente al televisor e inmediatamente cortó la armonía que lucía en la sala.
Lo probaron de inmediato: primero se sentó mi marido quien lo consideró perfecto, justo para su medida y le fascinó el hecho que fuera tan sencillo recostarse en él para descansar al regresar a casa.
Después disfrutaron sus atributos mis hijos, que por turnos extendieron su cuerpo  entre su reluciente cuerina  y también se reclinaron para  gozar de esta sensación de bienestar y reparación física contagiosa.
Lo cierto es que este lustroso e insustituible mueble no tenía descanso, siempre hallaba un transeúnte que deseaba reposar en él. Como regla tácita dimos prioridad  a este beneficio a los invitados suponiendo que ellos no tenían tan espectacular atracción para el descanso como teníamos nosotros.
Nuestro disputadísimo  facilitador de descanso  sostuvo tiernamente a mis hijos mayores y nietas y a muchos amigos de los mellizos, entre ellos jugadores de fútbol, remiseros, arquitectas, artesanas y hasta obreros.
Yo misma fui capturada por él. ¡SI! No había sensación más grata que estirarme en él cuando terminaba  los quehaceres domésticos cada noche. Al final de la jornada  nuestro regalador de momentos de reposición  me pertenecía a mi sola y todos en la familia respetaban “esto”.
Pero este incondicional mueble además de ser tan confortable tenía una gran personalidad. Era tal la sensación de sosiego y tranquilidad que proporcionaba que después de las 19hs. todo el que se sentaba en él quedaba  irremediablemente dormido.
Mi marido se dormía a los  diez minutos de ocupar tan honroso trono sobre todo después de haber tomado examen.  José  con el sándwich en la mano al volver del gimnasio. Francisco mirando un apunte de química y yo pensando en qué haría de comer el día siguiente.
Lo cierto es que el pobre sillón tenía demasiados  sueños acumulados  encima. Comenzó a sentirse algo  pálido, cansado, hinchado, sus engranajes  parecían tener reuma, estaba revuelto y a punto de estallar.
Como le costaba incorporarse cuando se lo solicitaban y sólo deseaba permanecer recostado, tomó una decisión tajante:
MAÑANA MIÉRCOLES EMPIEZO A DEVOLVER TODOS LOS SUEÑOS A SUS DUEÑOS
Así adquiriré mi fortaleza perdida y tendré ganas de levantarme nuevamente -pensó.
Pero no  logró hacer esto porque soportaba tantos sueños apretados  que  los tenía todos confundidos.  De todos  modos  cada  vez que se sentaba un integrante de la familia logró deshacerse de varios de ellos, sintiéndose más esponjoso, liviano, aliviado y funcional.
El jueves nos encontramos todos intentando comer milanesas absolutamente quemadas y una ensalada sin aceite cuando mi marido dijo:
-Hoy estuve todo el día en el gimnasio, me duele mucho la cintura y los brazos de tanto levantar pesas.
-Yo me la pasé pensando en qué podía hacerles de comer, pero estas milanesas me salieron un poco quemadas -comentó José.
- A mí me dieron muchas ganas de ayudarte en el trabajo y me puse a corregir tus pruebas, pero como mucho no las entendí lo hice con lápiz -contó Francisco.
- ¡Qué raro todo esto!
- Hoy estuve estudiando química varias horas, me costó mucho, pero aprendí algunas cosas que puedo emplearlas en la cocina -les conté a mi familia.
No quise lavar los platos. Por un momento pensé  que todos habíamos comprendido  lo duro que era hacer el trabajo del otro y luego  decidí irme a dormir.
Me dirigí como todas las noches a “nuestro  proveedor de momentos de relajamiento” y me pareció verlo como más incorporado y alto por un instante… No hice caso a esta sensación y lo ocupé holgadamente mirando la tele como siempre.
Le dije adiós cuando estaba a punto de dormirme.
A la mañana siguiente me levanté, tomé café como siempre y después busqué un frasco de enduído y una lata de barniz porque sentí un deseo irresistible de arreglar mi casa…

Adriana Rolando

Escribí este cuento porque me agradó mucho haber tomado contacto a través del taller con el género fantástico.

Por ello muchas gracias.





martes, 21 de noviembre de 2017




Versión de Graciela Campos
El vestido de terciopelo, mi vestido de terciopelo azul, un corte estilo Coco Chanel, cuello a la base, con una vista de mostacillas para realzar su sobriedad, sin mangas y chaqueta mangas tres cuartos, lo hizo mi tía para el casamiento de mi hermano menor, pues soy su madrina. Y como dicen "si sos madrina de bodas, soltera, te quedaras" (formé mi familia sin casarme).

Pero con este vestido, me veía deslumbrante, con zapatos negros de charol tacones alto. Mi figura delgada, elegante, ¡sencillo!  Mi tía decía "te falta un casquete o sombrero y parecés una princesa real" (yo reía). Lo recuerdo, como si fuese hoy, pues lo usé en varias ocasiones, la suavidad y textura del terciopelo, digno de acariciarlo. Era la moda vestir con elegancia, mi hermano cursaba en la Escuela de Aviación. Y en esas fiestas o reuniones, tenías que ir de vestido no muy corto o largos. Fueron los mejores años de mi vida y recordar ese vestido de terciopelo azul, es recordar los buenos momentos de alegría que me proporcionó… y muy señorial para mis jóvenes años.









Soy Graciela Campos, jubilada, alumna del Taller de Upami “Promoción a la lectura”, tengo 62 años, fui empleada de Farmacia, Asistente en Geriatría, de lo cual sigo trabajando. Tengo cuatro hijos, cinco nietos, viven conmigo dos hijas, una tiene una nena de cuatro años, de la cual aprendo mucho.
Ahora tengo tiempo, disponible, para recrearme en actividades que siempre me gustaron, como viajar, ver a mis nietos y salir al cine, leer un buen libro, que antes casi nunca podía terminar, intercambiar relaciones humanas (o sea juntarme con amigas o vecinos).
Siempre me gustó leer variado (historia, geografía, novelas, poemas, o algún escritor nuevo o best seller). Me inscribí en el curso con la finalidad de volcar más tiempo a la lectura, y lo he logrado. Pues la temática del taller, te lleva a buscar, leer, incursionar en la vida escritores, pintores, fotógrafos, todos relacionados, y sus biografías.
La profesora Erika nos da pautas para que ese escritor que llevamos dentro salga a la luz y escribir lo que sentimos, pensamos o que alguna vez escribimos y lo guardamos. Somos un grupo reducido, nos respetamos, nos escuchamos, aprendemos y cada uno aporta una parte de lo suyo. Me gusta compartir lo realizado. Y gracias a la profesora Erika que, con su carisma, dedicación y paciencia hacia nosotros, nos llevó a ser parte de la literatura sin ser famosos o destacados escritores, y a los compañeros. Y a esperar para volver el próximo año.

Graciela Campos








El vestido de terciopelo azul

Como en un sueño, lo vi y pensé que venía del pasado. Pero cuando volví a la realidad eras tú, mi pequeña, vestida con mi vestido de terciopelo azul, tan bella. Con tu sencillez y tus grandes ojos negros, se reflejaba la adolescencia de tus dulces quince años. Para mí no había pasado el tiempo. Al verte con ese ese vestido me hizo recordar mi adolescencia y recordé los días en que yo me lo ponía y era feliz, me gustaba su suavidad, su color. Era mi mayor tesoro, lo guardé sin saber que unos años más tarde al mostrártelo te quedarías fascinada con mi precioso vestido de terciopelo azul.

Monica Aranda